sábado, 4 de junio de 2016

ZAQUEO Y JESÚS



La Biblia nos dice algo acerca de un hombre que vino a ser grande a pesar de no ser muy lto. Su nombre era Zaqueo. Zaqueo no sólo era bajito, sino que era odiado por casi todos porque era un recaudador de impuestos. Como recaudador de impuesto, frecuentemente engañaba a las personas cobrándole más impuestos de los que debían.

Un día Zaqueo escuchó que Jesús vendría a su pueblo. Había oído de Jesús y deseaba verle, pero por ser bajito no podía verlo porque la multitud lo tapaba. Se trepó a un árbol para poderlo ver. Al Jesús pasar, llamó a Zaqueo y le dijo: " Zaqueo, baja en seguida. Tengo que quedarme hoy en tu casa". Zaqueo bajó del árbol y llevó a Jesús a su casa. Mientras Jesús estaba allí, Zaqueo le dijo a Jesús que estaba arrepentido por las cosas malas que había hecho y que él le daría la mitad de todo lo que él poseía a los pobres. También le dijo que le pagaría cuatro veces lo que le había cobrado de más a las personas. Puede ser que no haya sido muy alto, pero Zaqueo vino a ser un gigante en el Reino de Dios ese día porque decidió seguir a Jesús.
Puede ser que no seas muy alto ahora, puede ser que jamás lo llegues a ser, pero puedes ser un gigante ante los ojos de Dios si decides seguir a Jesús.

Daniel en la Fosa de los Leones

 

El profeta Daniel era un muchacho que había llegado a Babilonia con Sadrac, Mesac y Abed-nego. El rey estaba muy a gusto con estos hombres porque eran trabajadores y muy honestos. Se les dio siempre los trabajos más importantes y esto hacía que los demás trabajadores del rey se pusieran celosos. El nombre del rey era Darío y a él le agradaba mucho la forma de ser de Daniel. Él sabía que Daniel era un buen trabajador por lo que decidió poner a cargo de Daniel todo el reino. Los otros siervos del rey eran muy celosos de Daniel y trataron de encontrar algún motivo para poner en problemas a Daniel. Ellos estaban tratando de conseguir que el Rey Darío lo botara del reino, pero Dios cuidaba mucho a Daniel de sus enemigos y no le podían encontrar ningún motivo.

Finalmente estos hombres dijeron unos a otros: “No podemos encontrar alguna razón para que el rey arroje a Daniel del reino porque es muy obediente de las órdenes que da el rey Darío. La única manera en que Daniel podría llegar a desobedecer al rey es si es que hubiera una ley en contra de su dios. Así que se fueron a ver al rey Darío, y dijeron: “¡Oh, gran rey, eres tan maravilloso que nadie debe orar a nadie más que tú.” El rey dijo: “¡Esa es una gran idea!” Entonces los hombres continuaron: “Todos deben hacer esto y cualquier persona que rece a algún dios debe ser arrojado al foso de los leones.” Los trabajadores mintieron y dijeron que todos los que trabajaban para el rey estaban de acuerdo, pero por supuesto no se le había hablado a Daniel de esta idea, porque sabían que él no estaría de acuerdo. El rey no sabía esto, así que se hizo la ley y no podría ser cambiada. Cuando Daniel se enteró sobre la nueva ley, hizo lo que siempre hacía. Se fue a casa a una habitación de arriba y abrió las ventanas que daban a la ciudad. Tres veces ese día puso de rodillas y oró a Dios como siempre lo había hecho.
Estos hombres iban en grupo a la casa de Daniel y lo encontraron rezando y pidiendo a Dios por ayuda. Así que le avisaron inmediatamente al rey y le dijeron: “Su trabajador Daniel está ignorando sus órdenes. Lo hemos visto rezar a su Dios tres veces hoy.” Cuando el rey oyó esto, se puso muy triste. Realmente le caía bien Daniel y él no quería que muriera. Lo intentó todo para que cambie la ley para evitar que Daniel sea arrojado en el foso de los leones, pero los hombres se le acercaron y le recordaron que la ley no podía ser cambiada y Daniel tendría que ser castigado. Así que al final del día, el rey dio la orden, y trajeron a Daniel y lo echaron al foso de los leones. El rey dijo a Daniel: “Espero que tu Dios al que le rezas, te rescate.”
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Una piedra grande y pesada se puso delante de la puerta en donde encerraron a Daniel y el rey volvió a su palacio con lágrimas en los ojos. Esa noche el rey Darío no podía comer ni dormir ya que estaba muy preocupado por lo que le pasaría a Daniel con los leones. Al día siguiente, en cuanto salió el sol, el rey se levantó y corrió al foso de los leones. A medida que se acercaba gritó: “Daniel, ¿pudo salvarte de los leones, tu Dios al que sirves y oras ?” El rey esperó en silencio una respuesta. Entonces, de repente, Daniel dijo: “Oh rey, vive para siempre. Mi Dios envió un ángel y les cerró la boca de los leones. Ellos no me han hecho daño, porque no he hecho nada malo”.

Acá podemos observar la gran fe que puede tener un hombre en momentos difíciles...

jueves, 24 de marzo de 2016

La Burra de Balaam y La Guerra Espiritual







Un burro más inteligente que su amo. (Basado en Números 22) Todo el mundo piensa que los burros son muy torpes. Por eso el insulto que se usa contra alguien para llamarle tonto muy frecuentemente es: ¡eres un burro! Yo, sin embargo, conozco una historia que demuestra que muchas veces el auténticamente “burro” es el propio amo de éste. Había una vez un burro, bueno en realidad era una burra, cuyo nombre no conocemos – vamos a llamarle Hara- que pertenecía a Balaam. La burra era muy fiel a su dueño; le ayudaba a llevar numerosas cosas de un lugar a otro: leña, alimentos, forraje etc. e, incluso, se dejaba montar cuando su dueño se desplazaba de un lugar a otro. Balaam, por su parte, era un hombre muy apreciado en la región, tanto que los jefes de distrito le iban a consultar sobre sus problemas. Tenía fama de sabio, y lo era. Lo era la mayor parte de las veces. Cuando él emitía un juicio sobre algo o alguien solía tener razón; por ello hasta los reyes de la zona, sabiendo que él parecía tener control sobre algunos acontecimientos, le mandaban llamar. Un buen día llegaron unos emisarios de parte de un rey de la tierra de Moab, el rey Balac, con el propósito de que fuera a ver a su rey y maldijera al pueblo de Israel; el pueblo, recién salido de la esclavitud, estaba ganando muchas batallas por la zona y los moabitas temían que se apoderaran de todo el territorio. Cuando los emisarios llegaron a buscar a Balaam, este no quiso acompañarles ya que Dios le había dicho que no maldijera al pueblo de Israel, porque ese el pueblo era bendito. Pero pasado un tiempo vinieron otros emisarios más poderosos y Balaam accedió a acompañarles. Montó en su burra y marchó hacia la casa del rey moabita. Pero a Dios no le gustó nada este viaje y se enfadó contra el profeta. Ambos, burra y jinete, emprendieron el viaje y fueron hacia un paso en las montañas. La burra Hara se dio cuenta de que no era el camino acostumbrado; atravesaron un río y se acercaron hacia una senda que se iba estrechando. Entonces la burra vio un personaje con vestiduras blancas; parecía una buena persona pero, sin embargo, tenía una espada en la mano y su gesto no era de amigo... ¡Bueno!- pensó Hara- mí amo sabrá apartarse. Pero su asombro fue muy grande cuando se dio cuenta de que Balaam conducía su montura hacia el hombre y casi le iba a atropellar; entonces se apartó y empezó a trotar por un prado.
El dueño se enfadó y le dio con la fusta hasta que volvió al camino. El desconocido no se divisaba. Algo más allá, de nuevo, el personaje de blancas vestiduras con la espada en la mano les impedía el paso. Para evitarlo la burra se echó a un lado, pero eso hizo que la pierna del hombre rozara la pared. Balaam se enfadó de nuevo y castigó con el látigo a la burra. Siguieron caminando pero el camino se iba estrechando más y más. Y. de nuevo, apareció el hombre de las vestiduras blancas y, ahora, no había prados para desviarse; el camino estaba flanqueado por rocas. ¡Balaam se pararía! – pensó la burra de nuevopero ahora tampoco parecía haber visto ni al hombre ni a la espada. ¿Qué haría? A pocos metros del desconocido y viendo que su amo seguía empujándole hacia delante, sin desviarse ni a derecha ni a izquierda, Hara tomó la determinación de dejarse caer, sólo que en su caída arrastró debajo a Balaam. ¡Como se enfadó éste! Se levantó como pudo y empezó a pegarle ciegamente a la burra, la cual tiraba hacia atrás intentando desprenderse de su amo al tiempo que profería sonoros rebuznos. Hara vio al desconocido que contemplaba a la escena y que empezó a extender hacia ellos su espada. Entonces la burra rebuznó aún más fuerte; pero entonces su rebuzno cobró sentido a los oídos de Balaam. -¿Porqué me pegas?- parecía decir la burra- ¿No te he servido durante años sin quejarme? ¿No te he dejado que me cargues y que me lleves de un lugar a otro? ¿No te ayudé en tus viajes? Y ahora ¿no ves que te estoy librando de un peligro cierto? Balaam se quedó sorprendido. ¿Cómo podía entender a una burra? Pero todo lo que creía entender ¿no era verdad? Y de pronto vio lo que hasta entonces había estado escondido para él. Vio al desconocido y a su espada y entendió el mensaje. Desde el primer momento Dios no quería que maldijera a su pueblo pero como él no parecía entender usó a la burra Hara. Balaam acarició a la burra y lentamente se retiró hacia atrás, dejando que ésta anduviera al paso, eso sí, con las espaldas doloridas por la injusticia de su amo. Y ahora, ya me diréis si la burra no fue mucho más lista que su amo. De la misma forma, siempre hemos de preguntar en cualquier circunstancia qué nos quiere enseñar o mostrar Dios que no vemos a simple vista.

miércoles, 23 de marzo de 2016

JONÁS Y EL GRAN PEZ





Resultado de imagen para jonas y el gran pezMIRA al hombre que está en el agua. Le va muy mal, ¿verdad? ¡Ese pez se lo va a tragar! ¿Sabes quién es ese hombre? Se llama Jonás. Vamos a ver cómo se metió en tanto problema ese hombre.Jonás es profeta de Jehová.  Es poco después de la muerte del profeta Eliseo que Jehová le dice a Jonás: ‘Ve a la gran ciudad de Nínive. La maldad de la gente allí es muy grande, y quiero que les hables acerca de ello.’

Pero Jonás no quiere ir. Así que se mete en un barco que va en la dirección opuesta a Nínive. A Jehová no le gusta que Jonás huya. Por eso causa una tormenta grande. Es tan mala que el barco se va a hundir. Los marineros se asustan mucho, y gritan a sus dioses que los ayuden.

Al fin, Jonás les dice: ‘Yo adoro a Jehová, el Dios que hizo el cielo y la Tierra. Estoy huyendo de hacer lo que Jehová me dijo.’ Así que los marineros preguntan: ‘¿Qué te haremos para detener la  tormenta?’ ‘Échenme en el mar, y el mar se calmará,’ dice Jonás. Los marineros no quieren hacer esto, pero cuando la tormenta se hace peor, echan a Jonás al mar. Enseguida la tormenta se detiene, y el mar está en cauando Jonás se hunde en el agua, un pez grande se lo traga. Pero él no muere. Por tres días y tres noches está en el vientre de ese pez. A Jonás le pesa mucho no haber obedecido a Jehová e ido a Nínive. Por eso, ¿sabes lo que hace?Jonás ora a Jehová y le pide ayuda. Entonces Jehová hace que el pez vomite a Jonás en la tierra seca. Después, Jonás va a Nínive. ¿No nos enseña esto lo importante que es hacer todo lo que Jehová nos diga?

Jonás Capítulo 1 y 2