El profeta Daniel era un muchacho que había llegado a Babilonia con Sadrac, Mesac y Abed-nego. El rey estaba muy a gusto con estos hombres porque eran trabajadores y muy honestos. Se les dio siempre los trabajos más importantes y esto hacía que los demás trabajadores del rey se pusieran celosos. El nombre del rey era Darío y a él le agradaba mucho la forma de ser de Daniel. Él sabía que Daniel era un buen trabajador por lo que decidió poner a cargo de Daniel todo el reino. Los otros siervos del rey eran muy celosos de Daniel y trataron de encontrar algún motivo para poner en problemas a Daniel. Ellos estaban tratando de conseguir que el Rey Darío lo botara del reino, pero Dios cuidaba mucho a Daniel de sus enemigos y no le podían encontrar ningún motivo.
Finalmente estos hombres dijeron unos a otros: “No podemos encontrar alguna razón para que el rey arroje a Daniel del reino porque es muy obediente de las órdenes que da el rey Darío. La única manera en que Daniel podría llegar a desobedecer al rey es si es que hubiera una ley en contra de su dios. Así que se fueron a ver al rey Darío, y dijeron: “¡Oh, gran rey, eres tan maravilloso que nadie debe orar a nadie más que tú.” El rey dijo: “¡Esa es una gran idea!” Entonces los hombres continuaron: “Todos deben hacer esto y cualquier persona que rece a algún dios debe ser arrojado al foso de los leones.” Los trabajadores mintieron y dijeron que todos los que trabajaban para el rey estaban de acuerdo, pero por supuesto no se le había hablado a Daniel de esta idea, porque sabían que él no estaría de acuerdo. El rey no sabía esto, así que se hizo la ley y no podría ser cambiada. Cuando Daniel se enteró sobre la nueva ley, hizo lo que siempre hacía. Se fue a casa a una habitación de arriba y abrió las ventanas que daban a la ciudad. Tres veces ese día puso de rodillas y oró a Dios como siempre lo había hecho.
Estos hombres iban en grupo a la casa de Daniel y lo encontraron rezando y pidiendo a Dios por ayuda. Así que le avisaron inmediatamente al rey y le dijeron: “Su trabajador Daniel está ignorando sus órdenes. Lo hemos visto rezar a su Dios tres veces hoy.” Cuando el rey oyó esto, se puso muy triste. Realmente le caía bien Daniel y él no quería que muriera. Lo intentó todo para que cambie la ley para evitar que Daniel sea arrojado en el foso de los leones, pero los hombres se le acercaron y le recordaron que la ley no podía ser cambiada y Daniel tendría que ser castigado. Así que al final del día, el rey dio la orden, y trajeron a Daniel y lo echaron al foso de los leones. El rey dijo a Daniel: “Espero que tu Dios al que le rezas, te rescate.”
Una piedra grande y pesada se puso delante de la puerta en donde encerraron a Daniel y el rey volvió a su palacio con lágrimas en los ojos. Esa noche el rey Darío no podía comer ni dormir ya que estaba muy preocupado por lo que le pasaría a Daniel con los leones. Al día siguiente, en cuanto salió el sol, el rey se levantó y corrió al foso de los leones. A medida que se acercaba gritó: “Daniel, ¿pudo salvarte de los leones, tu Dios al que sirves y oras ?” El rey esperó en silencio una respuesta. Entonces, de repente, Daniel dijo: “Oh rey, vive para siempre. Mi Dios envió un ángel y les cerró la boca de los leones. Ellos no me han hecho daño, porque no he hecho nada malo”.
Acá podemos observar la gran fe que puede tener un hombre en momentos difíciles...
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